01 May
01May

En 1971 se llevó a cabo un experimento psicológico sobre la  influencia de un entorno extremo como el de la vida de un preso en las  conductas de las personas y su evolución a lo largo del tiempo. Tanto  para los presos como para sus carceleros. Tuvo lugar en la cárcel de  Stanford, y desde entonces se le conoce como "El experimento de la  cárcel de Stanford" o, simplemente, "El experimento de Stanford".  Todavía hoy, 44 años después, es objeto de estudio en las facultades de  psicología y sociología. Y eso que tuvo que ser cancelado bastante  antes de lo previsto. Sus consecuencias fueron mucho más duras de lo que  se llegó a prever.

Los investigadores

El equipo de investigación estaba capitaneado por Philip Zimbardo,  que debutó en la Universidad de Stanford tres años antes, y es un  personaje célebre en Psicología Social y estudios sobre el  comportamiento desde entonces. El estudio arrancó con recursos  procedentes del ejército estadounidense, que quería entender las causas  de los conflictos en sus prisiones.

Philip Zimbardo días antes del comienzo del experimento. Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

Asimismo, Zimbardo quería probar su teoría, que decía que muchos de  los abusos vividos en dichas prisiones tenían su origen en cierta "autoselección"  mediante la cual tanto cautivos como guardianes (prisioneros vs  carceleros) adoptaban y asumían sus roles, y en base a sus guiones  tenían lugar todas las situaciones posteriores.

Prisioneros y guardianes

Todos los participantes fueron escogidos mediante un proceso de  selección homogéneo, sin distinguir entre prisioneros y guardianes. De  los 70 candidatos, el equipo de investigadores se quedó con 24, imponiendo el equilibrio mental y una buena salud psicológica como principales factores de selección. De los 24, todos eran  estudiantes universitarios y la mayoría respondían al habitual perfil de  varón blanco de clase media.

Recorte del anuncio en el periódico en el que se pedían candidatos para el experimento. Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

A todos ellos se les prometió un pago de 15 dólares diarios por su contribución a la investigación (según un cálculo rápido, equivalentes a 88.5 dólares diarios de 2015). Una vez aceptaron, el grupo se dividió en dos de forma aleatoria.  Aquella primera división causó el primer conflicto: muchos de los  prisioneros decían que era evidente que los guardianes habían sido  escogidos por tener en general un físico más rocoso y grande que el de  los prisioneros.

En realidad el sorteo había sido tal, sin una influencia hacia un  resultado determinado, y ni siquiera había diferencias reales entre el  físico de unos y otros. Más bien fue producto de la sugestión de los que  quedaron en el papel de prisioneros, lo cual dice bastante de cómo iba a  continuar el experimento.

Una vez fueron seleccionados los 24, se les mandó regresar a sus  casas hasta que recibieran una visita que indicase que el experimento  daría comienzo. Recuerden la parte de la "visita" para más adelante.

La cárcel

Aunque habitualmente se suele hablar de este experimento como el que  "tuvo lugar en la cárcel de Stanford", no tuvo lugar en una verdadera  cárcel. Pero casi. Los sótanos del Departamento de Psicología de la  Universidad de Stanford fueron remodelados para que pareciese una  auténtica prisión.


El  acondicionamiento de los sótanos no fue solo para darle la apariencia  de una cárcel, sino también para habilitar los entornos de observación y  grabación para los investigadores. Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

La implicación del equipo de investigadores es uno de los aspectos  más discutidos de este experimento, como veremos más adelante a la hora  de hablar de sus consecuencias. Zimbardo tomó el rol de superintendente, y un asistente suyo, el de alcaide.

El experimento de Stanford. Día 0.

El experimento arrancó con la comunicación de unas condiciones  durísimas impuestas por Zimbardo, especialmente para los que hacían de  prisioneros. El objetivo era que estos acabarán sintiéndose desorientados y deshumanizados durante los 14 días que iba a durar aquello.

  • Los guardias recibirían uniformes de estilo militar, incluyendo porras.
  • Sólo los guardias podrían trabajar por turnos y regresar a sus casas  durante su tiempo libre. Los prisioneros estaban ahí las 24 horas.
  • Los guardias llevarían gafas de sol de espejo para evitar el  contacto visual con los prisioneros. Parte del proceso de  deshumanización.

En cambio...

  • Los prisioneros llevarían túnicas de muselina (una tela casi  transparente, muy fina, utilizada a menudo para la confección de  cortinas y visillos). Sin ropa interior.
  • Su calzado serían sandalias con tacones de goma, ya que así nunca estarían del todo cómodos y aumentaría su desorientación.
  • Una media en la cabeza les hacía parecer estar rapados. Aunque en la práctica simplemente era un complemento ridículo.
  • Dentro del experimento, no tenían nombres. Sólo eran números, y así se dirigirían todos a ellos.
  • Para aumentar la sensación de opresión, los prisioneros llevarían una cadena abrazando sus tobillos.

Las normas que se les impuso a los guardias antes de comenzar el experimento fueron escasas y algo difusas, lo único que se les prohibió fue ejercer violencia física. Se les pidió que dirigieran la cárcel de la forma que ellos creyesen oportuna, con todo lo que ello supone.

Comienza el experimento

¿Recuerdan lo de la "visita" que daría inicio al experimento? Los  prisioneros del experimento fueron visitados en sus casas por policías  reales del Departamento de Policía de Palo Alto. Se les acusó de robo a  mano armada y fueron llevados a dependencias policiales, donde pasaron  por un proceso de detención como el de la vida real, con fotografía  policial y toma de huellas dactilares. Después pasaron a la "cárcel" de  los sótanos del Departamento de Psicología, ahí fueron explorados desnudos, desparasitados y provistos de su nueva identidad en forma de números, no nombres.

El primer día fue más o menos normal, sin sobresaltos, con un trato incluso hospitalario. El segundo día los prisioneros hicieron un motín.  La primera consecuencia fue que los guardias sacrificaron su tiempo  libre para hacer horas extra no remuneradas y ayudar a controlar la  situación. La segunda consecuencia fue que el experimento se le fue de  las manos tanto a investigadores como a guardias, y nunca volvió a un  estado normal.

Sadismo

Los guardias acabaron atacando a los prisioneros rociándoles con  extintores como "armas" improvisadas, los obligaron a ir desnudos para  humillarles, les negaron el derecho a ir al lavabo para convertirlo en  un privilegio o una costosa recompensa, hasta se decidió convertir la  comida en un premio en lugar de mantenerlo como derecho fundamental.

De ahí se pasó a prácticas aún más crueles, como obligar a algunos  prisioneros a dormir en el suelo de hormigón, desnudos, tras quitarles  tanto sus túnicas como los colchones de sus celdas. También se les  impusieron castigos en forma de ejercicio físico forzado e incluso tener  que limpiar retretes con las manos desnudas, lo cual es un síntoma  claro de que se abrazó rápidamente la humillación gratuita, ya ni siquiera los castigos normales eran suficientes.

La medida más eficaz y que más hizo desmoronarse psicológicamente a  los prisioneros fue una actuación improvisada pero que resultó tener  precedentes en otras prisiones de Estados Unidos: se decidió  separar a los prisioneros en "celdas para buenos" y "celdas para malos"  de forma semialeatoria, dando la sensación de que había chivatos que se  delataban entre ellos. A partir de ese momento creció la  desconfianza entre los prisioneros, hasta entonces unidos por un enemigo  común, y nació la impotencia. De formar un equipo de oprimidos se pasó a  individuos incapaces de reaccionar, de rebelarse, de luchar.

Los guardias comenzaron a ejercer prácticas de sadismo puro,  especialmente cuando se hacía de noche y creían que las cámaras que  grababan sus movimientos estaban apagadas. Cuando llegó el cuarto día  del experimento, llegó a los oídos tanto de Zimbardo como del equipo de  guardias el rumor de que los prisioneros estaban preparando un plan para  huir de la falsa prisión. Su reacción fue tratar de que el experimento  se trasladase a una cárcel real, o al menos a un conjunto de celdas  reales, las de la policía de Palo Alto. La policía no quiso prestarse a  ello y Zimbardo llegó a enfadarse por su poca cooperación.

Zimbardo  esperó durante toda la noche en la salida tras el rumor de fuga. Como  los participantes, acabó actuando como un superintendente real. Las  líneas entre realidad y ficción se difuminaron. Foto de Philip Zimbardo,  vía CBS.

Sin embargo, algo que se fue percibiendo y que defendió Zimbardo posteriormente al experimento es que cada uno aceptó su papel, asumió que era parte de un juego de rol incluso tras experimentar unas condiciones tan duras.  Esto se pudo comprobar tras un pequeño intra-experimento dentro del  ídem: a cada prisionero se le ofreció la "libertad condicional" a cambio  de renunciar a su paga. Casi todos aceptaron. Luego se les informó que  dicha libertad condicional había sido rechazada. En lugar de abandonar  el experimento, como parecía lógico que hicieran una vez ya habían  decidido perder todo el dinero, todos se quedaron en la "cárcel". Podían  haberse salido libremente en cualquier momento y no quisieron, sólo lo  aceptaron cuando el entramado formaba parte del juego (lo de esa  "libertad condicional"). Como objeto de estudio de la conducta es una de  las partes más interesantes del experimento, realmente resulta muy  inquietante.

Consecuencias

Los prisioneros, tras ser sometidos a un trato sádico, a  humillaciones reiteradas y a una opresión brutal que les dejaba  físicamente extenuados y mentalmente bloqueados, sufrieron transtornos y desórdenes emocionales muy graves incluyendo depresiones profundas. En algunos casos llegaron a tener su  reflejo físico, como el de un sarpullido psicosomático que le salió a un  prisionero cuando su libertad condicional fue rechazada.

No se podía pensar con claridad. La comunicación entre prisioneros se hizo difusa. Se oían llantos en las celdas.  El estrés y el pánico dominaban. Mientras tanto, el sadismo de los  guardias continuaba desarrollándose. Dos prisioneros sufrieron traumas  tan graves que fueron reemplazados durante el experimento. Uno de sus  reemplazos quedó tan impactado por el trato que los guardias sometían a  sus compañeros que inició una huelga de hambre.

Como castigo, lo recluyeron en un pequeño cubículo y lo obligaron a  sostener las salchichas que se había negado a comer. Sus compañeros  prisioneros, en lugar de verlo como un recién llegado que había decidido  solidarizarse con su durísima situación, lo interpretaron como un alborotador que acabaría causándoles problemas a todos. Cuando los guardias detectaron esta actitud, decidieron usarla en su propio beneficio (sádico).

Ofrecieron a los prisioneros renunciar a las mantas y terminar con el  confinamiento al recluso en huelga de hambre, o en su lugar conservar  las mantas y permitir que el confinamiento durase toda la noche. Los  reclusos escogieron quedarse con las mantas, aunque al final Zimbardo  entró en escena y obligó a permitir que el preso en huelga de hambre  volviese a su celda.

Fin del experimento

Cuando habían pasado seis días desde que comenzó el experimento,  Zimbardo decidió cancelarlo. El motivo fue la visita de una estudiante,  Christina Maslach, a las instalaciones donde tenía lugar para realizar  algunas entrevistas. Ella, que no había tenido constancia de cómo era la  rutina allí, cuestionó la ética y la moralidad de ese entorno, de esas  condiciones.

Zimbardo cayó en la cuenta de que nadie hasta entonces había  cuestionado algo tan evidentemente reprobable. Los guardias estaban  disfrutando de su rol, los prisioneros parecían haber aceptado su  sometimiento y sus condiciones, y los investigadores estaban atendiendo  al experimento en sí sin tener en cuenta el factor humano y los límites  de una investigación con personas como sujetos. Mientras tanto, algunos padres de los voluntarios del experimento reclamaron la suspensión del experimento y la "liberación" de sus hijos.  Lo hacían tras algunos horarios de visita concertados durante el mismo.  Aunque Zimbardo ordenaba que tanto los voluntarios como sus celdas  estuviesen limpios en esas ocasiones, esta petición fue inevitable. Se  desestimaba en todo momento.

Vease mas en: https://hipertextual.com/2015/03/aniversario-three-mile-island


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